Una historia en Blanco

Adéntrate en un mundo mágico donde las cartas de póker se convierten en los portadores de secretos ancestrales. En este cuento cautivador, te invito a explorar los misteriosos colores que se entrelazan con los destinos humanos. Inspirado por mi emocionante viaje a lo largo del curso de "Cartomancia con póker" GRATUITO en YouTube, he tejido una narrativa única que revela los significados ocultos detrás de cada naipe. 


Había una vez un lugar en el vasto universo llamado Blanco, un misterioso rincón suspendido entre los límites del cielo y la tierra. En este lugar, dos tipos de seres, los negros y los rojos, coexistían en un equilibrio precario. Los negros, con su elegancia y su figura de autoridad, poseían una sabiduría profunda que emanaba de su ser. Eran protectores y místicos, envueltos en una sofisticación y formalidad que parecían provenir de otro mundo. Pero, en su interior, llevaban consigo una carga pesada. La tristeza y la depresión los acompañaban, haciéndolos sentir solos y envueltos en una atmósfera negativa y fría.


Por otro lado, los rojos irradiaban una energía arrebatadora. Eran seres amorosos y valientes, atractivos y vitales. Su pasión los impulsaba y su mera presencia resultaba excitante para aquellos que los rodeaban. Sin embargo, también habitaba en ellos un lado oscuro, una faceta de ira y violencia. Eran provocadores e impacientes, capaces de intimidar y actuar de manera agresiva.


Blanco, el limbo en el que ambos grupos residían, era un lugar peculiar. La luminosidad lo envolvía, creando una atmósfera de pureza y paz. La tranquilidad era tangible en cada rincón, mientras que la neutralidad predominaba en cada interacción. Pero, a pesar de estas características positivas, también existían sombras que lo amenazaban. La monotonía se apoderaba de los días, el frío penetraba en los huesos, y la falta de intimidad y calidez se hacían notar en cada esquina.


Con el paso del tiempo, tanto los negros como los rojos comenzaron a multiplicarse en número. El espacio que antes les brindaba amplitud y libertad comenzó a menguar, y con ello, surgieron tensiones y conflictos. Era evidente que si no encontraban una forma de coexistir en armonía, el destino de ambos sería la tragedia.


El creciente conflicto entre los negros y los rojos comenzó a dejar su huella en Blanco. La personalidad de cada grupo afectaba directamente las cualidades del lugar, transformando su luminosidad en una luz deslumbrante y cegadora, su pureza en una rigidez inflexible, su paz en un silencio opresivo. Los negros, sumergidos en su tristeza y soledad, oscurecían los rincones con su aura negativa, mientras que los rojos, con su ira y violencia, generaban una tensión palpable en el aire.


A su vez, las características de Blanco ejercían una influencia en los negros y los rojos. La monotonía que invadía el lugar acentuaba la tristeza de los negros, sumiéndolos en una espiral de melancolía. El frío penetraba en sus almas, enfriando aún más su negatividad y aislándolos del mundo. Los rojos, por su parte, se veían afectados por la falta de intimidad y calidez en Blanco. Su energía vital se agotaba ante la ausencia de estímulos que alimentaran su pasión y amor.


El conflicto se intensificaba a medida que los espacios se volvían más estrechos. Los negros y los rojos competían por cada centímetro cuadrado de Blanco, luchando por mantener su territorio y su identidad. La tragedia se avecinaba, amenazando con consumirlos por completo.


Sin embargo, en medio de la oscuridad, surgió un rayo de esperanza. Algunos seres de ambos grupos, cansados del conflicto y la desdicha, buscaron una solución alternativa. Comenzaron a explorar el poder de la cooperación y la integración. Se dieron cuenta de que, en lugar de luchar por la supremacía, podían encontrar un equilibrio al combinar sus fortalezas y mitigar sus debilidades.


Poco a poco, los negros y los rojos empezaron a tejer una red de relaciones interconectadas. Aprendieron a apreciar las cualidades que antes les resultaban ajenas y a comprender cómo su presencia podía enriquecerse mutuamente. Los negros encontraron consuelo en la pasión y vitalidad de los rojos, mientras que los rojos hallaron un ancla en la sabiduría y elegancia de los negros.


A medida que se fusionaban, el impacto en Blanco fue evidente. La luz, antes cegadora, se suavizó y adquirió una belleza única. La rigidez se convirtió en flexibilidad, permitiendo que las interacciones fluyeran con armonía. El silencio opresivo se transformó en una sinfonía de voces entrelazadas.


La tragedia que se cernía sobre Blanco comenzó a disiparse lentamente. Los negros y los rojos descubrieron que, al encontrar la unidad en la diversidad, podían transformar el lugar en un refugio donde las almas encontraran paz y equilibrio.


Y así, en medio del conflicto y la tragedia, la coexistencia se convirtió en un himno de redención. Los negros y los rojos aprendieron a superar sus diferencias, a trascender sus naturalezas conflictivas y a encontrar la belleza en la fusión de sus seres. En ese mundo cambiante y en constante evolución, Blanco se convirtió en un símbolo de transformación y esperanza, donde el poder del amor y la comprensión podían trascender los límites de la personalidad y llevar a una armonía duradera.


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